martes, 6 de noviembre de 2007

El hacha de Ganto de la religión

Un día Tokusan dijo a su estudiante Ganto, “hay dos monjes que han estado aquí por varios años, ve y ponlos a prueba.” Ganto tomó un hacha y fue a la choza donde los monjes estaban meditando. Levantando el hacha les dijo: “Si dicen alguna palabra les cortaré la cabeza; y si no dicen algo, también les cortaré la cabeza.”

Opción A: Nuestra intuición, moldeada por la evolución, nos incapacita para vivir en civilización. Las religiones están diseñadas para ser creíbles, intuitivas, y no hay religión que sobreviva a lo largo del tiempo minando su credibilidad, por lo que por el simple proceso de selección natural es de esperar que aquellas religiones que sobrevivieron a lo largo del tiempo no buscaron erradicar nuestras intuiciones inadaptantes, sino perpetuarlas. La ciencia muestra que aquello que catalogamos como realidad es contra intuitivo, increíble. No es posible adaptar el guión de las religiones a esta realidad sin obtener como resultado una mala historia. Es esta mala historia aquello de lo que la gente busca evadirse a través de la religión, no la realidad, y por tanto lo único que garantiza creyendo es perpetuar este ciclo.

Opción B: Si no se busca adaptar el guión de las religiones, sino simplemente tener fe en que de alguna forma extraña Dios mueve los hilos de la maquinaria increíble revelada por la ciencia, se limita el campo de acción de las creencias, las cuales se vuelven más etéreas, un fardo de buenas intenciones y deseos. Es cada vez más difícil traducir estas creencias etéreas en algo concreto sin ayuda de hechos, por lo que para fines prácticos no hay diferencia entre creer y no creer. Las creencias no garantizan nada.